Después de siete largos años, el pasado mes de septiembre llegó, al
fin, el final de nuestro serial killer
favorito. Ha habido una gran diversidad de opiniones por parte de los fans,
pero hay una cosa que sí que puedo decir de forma generalizada: no deja indiferente
a nadie.
Muchos piensan que debería haber acabado en la cuarta temporada y, por
una parte, les doy la razón. Esa última escena en que descubrimos la muerte de
Rita en manos de Trinity y vimos al pequeño Harrison rodeado de sangre…
Simplemente hubiese sido perfecto, sin dar lugar a otras temporadas que han ido
decayendo respecto a las cuatro primeras.
Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero, por
otra parte, hay dos factores que
personalmente nos hacen pensar que han merecido la pena estas últimas temporadas. En primer lugar, la evolución del personaje.
Hemos podido observar a un Dexter sin sentimientos que lo tenía todo bajo
control y que, poco a poco, se dejaba llevar por los sentimientos que brotaban
en su interior. En segundo lugar, por las escenas que a todos nos han dejado
con la boca abierta durante unos segundos.
Volviendo al último capítulo, hay que reconocer que es uno de los más
emocionantes y emotivos de toda la serie. En todo momento hay tensión. Por un
lado, tenemos Debra herida en el hospital, por otro a Hanna y Harrison
intentando huir de Miami y, por último, a Dexter intentando proteger a todo lo
que quiere. Pero, tratándose de una serie de estas características, era
obvio que no todo podía salir bien. Es más, nadie quería que acabase bien. No hubiese
sido ni realista ni digno. Y así es como fue.
Des de mi punto de vista, no
podría haber acabado peor, entendiendo “peor” como triste y desolador. El capítulo nos quiere hacer pensar desde un principio que Debra se
recuperará de su lesión. Según los médicos, no había peligro alguno, todo
estaba controlado hasta que, de repente, nos encontramos a una Debra incapaz de
respirar por sí misma, muerta en vida. Superficialmente, pienso que la escena
no se planteó de la manera adecuada y que los guionistas optaron por la vía
fácil. Debra está bien, mantiene una conversación bonita con su hermano y de
repente… ¡Pum! Su muerte era demasiado previsible, pero ahí es donde me
impresionaron más los guionistas. No era suficiente que muriera sin más, sino
que tenían que dejarla en un estado aún más dramático.
Es en ese punto donde Dexter Morgan se da cuenta de que nunca podrá
tener una vida normal y acepta que tiene que dejar a lo que más quiere para que
su familia no sufra más las consecuencias de su pasajero oscuro. Así pues,
decide “matar” a su hermana, la lleva a su barco y empieza a navegar en mitad
del huracán “Laura”, dando a entender su suicidio. Esta parte del capítulo ha
dado lugar a muchas críticas por parte de los fans (¿Cómo la desecha al mar al igual
que todas sus víctimas?), pero personalmente, me encantó. Hay que dejarse
llevar por lo que nos quieren hacer entender y no por lo que vemos. Al fin y al
cabo, Debra ha sido otra de sus “víctimas”. Si Dexter no hubiese dejado de ser
quien era al principio, si no se hubiese dejado tanto llevar por lo que quería
llegar a ser, Debra aun estaría viva.
En este punto del capítulo, todos pensábamos que Dexter había muerto,
dejando a Hanna a cargo de Harrison (los cuales consiguieron escapar de Miami).
¡Pero no! Los últimos minutos del capítulo nos desvelaron que Dexter seguía con
vida y que se había convertido en un leñador.
Tengo que admitir que al
principio me desilusionó este hecho, pero cuando empecé a reflexionar este
hecho me di cuenta de lo acertado que era por dos razones. En primer lugar,
porque la muerte no era suficiente castigo para él. Vivir pensando en todo lo
que ha pasado y alejado de lo que más desea en el mundo, aceptando que no puede
tener una vida normal sin que nadie salga perjudicado es mucho peor que
simplemente morir. Y Dexter cree que tiene que autocastigarse de esa manera tan
cruel. La segunda y última razón es porque, ahora mismo, no me imagino un final
sin esa última escena donde el personaje muestra ese rostro tan particular, esa
última mirada llena de muerte y de desolación, y donde se refleja el alma de su
pasajero oscuro.
Un último aspecto que me gustaría comentar es el hecho de que no fuese
capturado. Muchas personas querían un final con Dexter en la silla eléctrica.
Personalmente no me hubiese gustado para nada, ya que Dexter es mucho Dexter
como para que los ineptos policías de Miami Metro lo descubran, y eso se
demuestra en el último asesinato que comete el protagonista, nada más y nada
menos que en su propio trabajo delante de una cámara. “Voy a matarte con ese
bolígrafo”, ESPECTACULAR.